El paisaje de Collado Mediano, evolución rápida de una imagen
Hace 45 años que me instalé a vivir en Collado Mediano (1980). Ya no era un pueblo propiamente rural como había sido unas décadas atrás, modificado, desde principios del siglo XX, por la instalación de la línea férrea, la facilidad de acceso a Madrid y la aparición de numerosos chalets.
Los cambios en el paisaje se van sucediendo como resultado de los usos humanos, más aún en territorios que llevan siendo utilizados sin descanso desde hace unos cuantos miles de años, como es nuestra península. Los relatos que nos han llegado y nos siguen llegando sobre Collado Mediano nos proporcionan imágenes muy diferentes a la actual, algunas sorprendentes. Por ejemplo, a principios de los años cuarenta del siglo pasado, los cerros del municipio que no estaban estrictamente defendidos aparecían totalmente pelados de vegetación (ni un tomillo era posible encontrar a menos de dos kilómetros del pueblo, nos decían). La carencia de recursos y las necesidades domésticas arrasaban cualquier tipo de matorral para conseguir encender un fuego en la casa, como forma de calentarse o cocinar. Unas décadas después, gracias a la aparición de la bombona de butano (según relatos locales), el monte se fue recuperando, mediante repoblaciones y restauración espontánea.

Collado Mediano, 1890. Fondo Juan Moya Idígoras, ARCM.

Paisaje, usuarios y saberes
El aspecto del paisaje en la última mitad del siglo XX era el resultado de un uso ganadero predominante: muchos prados se segaban y se almacenaba el heno para alimentar al ganado durante el invierno; los fresnos de las zonas bajas y húmedas daban sombra en verano y se desmochaban en otoño para suplir con las hojas el pasto ya agostado, y para proporcionar leña; la dehesa se regaba con el fin de alargar la temporada de pasto; las vacas de campo pastaban por los cerros, las cañadas y por todas las fincas abiertas, manteniendo la hierba y los arbustos recortados. Este tratamiento permanente mantenía el terreno limpio de hierba, rebrotes y hojarasca y no permitía que el monte se cerrara con vegetación de todo tipo. Esa forma de aprovechamiento era el sustento de una parte de la población.

Un aspecto llamativo es el manejo que se hacía del agua. En un municipio sin ríos de alguna envergadura el abastecimiento de agua tenía varios orígenes: el principal para consumo humano y ganadero procedía del Cerro del Telégrafo, donde había varios manantiales que se conducían hacia el pueblo o salían en fuentes permanentes, mantenidas limpias para asegurar su función; la cacera del Concejo (hoy solo visible en algunos tramos) llevaba agua del arroyo de las Pozas desde Peñarrubia hacia la dehesa, llegando para alimentar algunos pozos de otras fincas y alguna fuente para uso humano; desde el embalse de Navalmedio, en Cercedilla, se conducía el agua por dos caceras, una hacia la dehesa del Valle y otra hacia la Serranía. Las canteras que acumulaban agua también servían de abrevadero para el ganado. Después de la construcción del embalse de Navacerrada y del alcantarillado en el pueblo (hacia 1970) se quedaron en desuso algunas de estas instalaciones, hoy desaparecidas casi por completo.

La estructura del sector ganadero y las infraestructuras asociadas daban el carácter al paisaje, su evolución ha ido cambiando la imagen. Los cambios se han visto también impulsados o acelerados por circunstancias ajenas al territorio. La entrada en la CEE (Comunidad Económica Europea) supuso la drástica reducción de las 15 vaquerías de vacas de leche que había en el pueblo, las tres últimas desaparecieron a primeros del siglo XXI. Las vacas de campo de los 10-12 ganaderos que permanecen en Collado Mediano pastan en sus propios prados, en la dehesa municipal (que ya no se riega) y en el cerro del Telégrafo, durante algunos meses del año, donde comen el pasto y la hojarasca hasta donde llegan. Algunos requisitos administrativos impuestos son sentidos por los ganaderos como prohibiciones de talar, podar u otros tratamientos necesarios para mantener la funcionalidad ganadera de las fincas. Ello contribuye al deterioro del recurso y también al abandono de la actividad. Otros usos de la vida rural local han desaparecido por completo: agricultura, cantería, recogida habitual de leñas (permitida de nuevo a partir de 2025) y otros productos del monte para uso familiar o pequeña venta…

Dejando para otro momento las circunstancias que han impulsado el abandono del medio rural por parte de la población que hacía un uso tradicional de él y también los efectos sociales sobre esa población, queremos centrar el foco en los efectos de la transformación del medio rural sobre el territorio, el paisaje y su funcionalidad a día de hoy.
Nuevos usos y nuevos usuarios
Al cabo de unas pocas décadas de abandono de los usos tradicionales, el paisaje aparece cubierto de árboles y otros pisos de vegetación, construyendo un tapiz vegetal completo. Durante los veranos secos y calurosos esa masa ofrece una capa continua de combustible rápido. Al andar sobre ella cruje, trasmitiendo una sensación inquietante de peligro. La población, sin embargo, no siempre es consciente de ello y los descuidos crecen a medida que lo hace la población.

En Collado Mediano, como en otros municipios, el crecimiento poblacional es otro factor determinante de cambio. En 1980, eran unos 1300 habitantes, incluidas las pocas familias forasteras que vivíamos aquí. Hoy supera los 7500 habitantes permanentes, que se incrementan fuertemente en verano. Los intereses de estos, de procedencia y hábitos urbanos, marcan nuevas demandan sobre el territorio: lugar de esparcimiento, fondo escénico paisajístico, cercanía a la naturaleza e interés por ella…, aparte de las demandas propias de la vida urbana (movilidad, servicios…). A ello hay que sumar los vertidos puntuales o difusos que se abandonan en el medio no urbano por descuido o por acciones expresamente ilegales por parte de ciertas personas. Esta realidad añade un nuevo punto de vista en la consideración del paisaje y del territorio, y en su forma de gestión.
Incendios y nuevos retos para la población actual
En esa situación, los incendios, cuando aparecen de forma ocasional, progresan con gran rapidez dejando sobre el paisaje cenizas y desolación. Para todos los vecinos, anteriores y nuevos, los incendios son una catástrofe, y también lo es para la naturaleza y para otros usos potenciales en beneficio de la población. Cuando los incendios de cierta magnitud o los conatos de incendios se repiten, como en 2025 en Collado Mediano, se genera una gran inquietud y surgen algunas reacciones.
La Asociación Entorno Collado Mediano (AECM) surgió como reacción social a raíz del incendio de julio de 2022, que asoló una parte importante de la cubierta vegetal del Cerro del Castillo. Sus intereses y sus actividades se centran en la mejora del medio, con la voluntad de recuperar y mantener el estado de buena salud ecológica del entorno no urbano, preferentemente. Dos líneas principales de acción de la Asociación se dirigen a esa finalidad: restauración ecológica del medio (principalmente del Cerro del Castillo) y eliminación de residuos en el medio natural. Otras muchas acciones tienen por objetivo directo la sensibilización de la población hacia la valoración y cuidados del entorno y hacia mejorar los conocimientos sobre el mismo, como la campaña de cartografiado y eliminación de ailantos en el medio natural y en el urbano. Dentro de ellas la concienciación sobre los incendios es un centro de atención importante.

Sin embargo, las profundas transformaciones en la ordenación del espacio, los usos del mismo, los usuarios, los propietarios, los responsables de la gestión, etc. presentan retos que no pueden ser abordados sólo desde la buena voluntad de un grupo concienciado.
Por ejemplo, considerando los incendios como una preocupación generalizada se reclaman medidas eficaces de prevención. Y aquí empiezan a manifestarse de forma evidente algunos desajustes entre la necesidad y los medios para afrontarlas. Las entidades públicas son responsables de los espacios públicos sobre los que programan repoblaciones y tratamientos forestales. En ausencia de ganado que haga una parte de la limpieza del monte, quizá esos tratamientos, muy sujetos a protocolos administrativos, no se adapten a las condiciones actuales del clima y de los usos, por lo que frecuentemente son objeto de discusión.
Desde este mismo punto de vista, los propietarios son responsables de las parcelas privadas. Y aquí los desajustes se manifiestan de forma más abrupta aún. Cuando las parcelas dejan de proporcionar medios de vida, el interés sobre ese terreno decae; el propietario, cuyos medios de vida ahora son otros, se desentiende, con resultado de “abandono” del terreno a su suerte bajo los procesos espontáneos de la naturaleza. La vegetación se encarga de cubrirlo de matorral, de hierba y, con el tiempo, de árboles (las especies que colonizan primero son pasto fácil del fuego). Otros grupos sociales reclaman que los propietarios cumplan con la obligación legal de mantener limpio el terreno, como prevención. Pero una parcela que ha dejado de tener función económica pasa a ser solo una carga sobre los actuales dueños, que quizá son herederos segundos, terceros o más, de un terreno que desconocen y del que no sacan nada.
Otro desajuste desproporcionado es que si la misma parcela cae dentro de la línea de lo calificado como urbanizable se convierte, de la noche a la mañana, en un buen pellizco de dinero. Cuando no es así, los costes de la transformación de un territorio rural a un territorio sobre el que aparecen nuevas demandas de la población urbana caen sobre los propietarios rurales. Lo que ocurre a escala local, en Collado Mediano, es solo un suave reflejo de los tremendos desajustes de la situación actual del territorio rural de forma extensiva.
Como ciudadanos frente a esta situación surge necesariamente la interrogación de qué podemos hacer para contribuir a una mejora del medio y, muy especialmente, a reducir los riesgos principales (incendios, proliferación de especies invasoras, mantenimiento de elementos de interés humano y biológico…)
Necesidad de actuar, pero ¿cómo y con qué conocimientos?
Desde una entidad como AECM estamos tratando de actuar, sin recursos externos, para contribuir en la medida de lo posible a la mejora de nuestro entorno. Un ejemplo es la colaboración ciudadana de este año para lograr mayor eficacia de las repoblaciones realizadas en el Cerro del Castillo por la CAM, el Ayuntamiento u otras entidades. En primavera se hizo una mejora del enraizamiento de muchos de los plantones que estaban desarraigados. En la segunda mitad del verano se realizaron varios riegos con el fin de salvar esos plantones ante la sequía y la temperatura extremas. Otro ejemplo es el programa BASURALEZA, dedicado a la retirada de residuos dispersos por el terreno, y a concienciar sobre ese problema. Estas actuaciones han contado con la colaboración del Ayuntamiento, colocando cubas de agua de 1000 litros situadas en dos puntos estratégicos para los riegos, o colocando contenedores y retirándolos una vez llenos de residuos. Siempre que es posible se busca la colaboración con el Ayuntamiento, sumando dedicación y esfuerzos públicos y privados. Aún así, nuestras posibilidades de incidencia son muy limitadas.

Ante esta situación es fácil darse cuenta de que los usos rurales tradicionales, aparte de la supervivencia de la población, tenían otros efectos sobre el mantenimiento del territorio en condiciones de prestar muchos servicios al conjunto de la población y de ser compatibles con muchos procesos biológicos que hoy valoramos. Sus conocimientos y su experiencia en el manejo del territorio, resultado de muchos miles de horas de trabajo, son imprescindibles también hoy, aunque el interés económico de esa dedicación haya decaído o evolucionado. Por parte de los nuevos usuarios del territorio surge la necesidad de mejorar la comprensión de los procesos naturales, por una parte, y la comprensión y valoración de lo que otros han aportado a lo largo de la historia.
Construir una visión sobre el territorio que responda a los rápidos cambios que están ocurriendo en nuestro entorno inmediato, necesita un diálogo social amplio y sereno, fuera de estereotipos. Ese diálogo necesita ser abordado desde el mundo rural y el mundo urbano conjuntamente, desde lo público y desde lo privado. Y esto reclama mecanismos eficaces de participación real, admitiendo en el diálogo a todas las voces y todos los tipos de conocimientos, no solo los considerados técnicos, científicos o, incluso, políticos. Para ser eficaz, el diálogo debería articular el interés general y el particular, las necesidades de uso público y los intereses privados legítimos, visualizando líneas de desarrollo en función de necesidades y no de un proceso especulativo.
NOTA
Este documento refleja opiniones e información aportadas en 1980 por vecinos del
pueblo de los más mayores en ese momento (en torno a los 80 años), además de otras
aportaciones de vecinos actuales, principalmente socios de AECM.


