ARTÍCULO REDACTADO POR VOLUNTARIOS DE LAS COLONIAS FELINAS DE COLLADO MEDIANO
A casi todos nos ha pasado alguna vez ir caminando por la calle y ver a una persona alimentando a un gato. O, de repente, toparnos con recipientes de agua y comida en algún rincón. A veces es alguien que tan solo pasaba por allí y quiso tener un gesto amable con el animal. Pero, en la gran mayoría de los casos, estamos ante voluntarios y voluntarias que, cada día, sin descanso, se dedican a algo más que dar de comer a los gatos. Su labor es tan encomiable como desconocida, y no siempre valorada como se merece. Poco se sabe de la historia de responsabilidad, esfuerzo y trabajo, también de un profundo amor, que hay detrás, más allá de mantener los comederos llenos y el agua limpia.
Entre las muchas funciones que desarrollan está la de mantener las colonias felinas de las que se ocupan controlada, vigilada y cuidada para evitar la superpoblación y la reproducción incontrolada de gatos. El abandono masivo de estos animales o la pérdida de algunos que no han sido esterilizados en sus hogares, tiene como consecuencia múltiples camadas nacidas en la calle y, con ellas, poblaciones felinas que tratan de sobrevivir como pueden y el entorno les permite.
La forma de controlar esta superpoblación tanto en número como desde el punto de vista sanitario, tiene nombre y apellidos: es el método CER, Captura, Esterilización y Retorno de ese gato al lugar donde fue capturado. ¿En qué consiste y quiénes lo llevan a cabo? Es un triángulo de tres vértices: el voluntariado, el Ayuntamiento y las entidades que este contrata con el fin de llevar a cabo los tres pasos mencionados.
Cabe destacar que lo idóneo es que la entidad contratada por el Ayuntamiento sea una ONG dedicada a la protección animal y, sobre todo, sin ánimo de lucro con el fin de destinar ese dinero público a la correcta atención de los animales (nunca al lucro personal). De esta forma se garantizará un buen servicio al ciudadano, quien también será uno de los beneficiados con esta labor para el bien de la comunidad. Cualquier persona interesada en saber más sobre el CER, puede acercarse a su Ayuntamiento en cuestión para informarse y conocer más sobre la materia.
Para que todo este proceso se pueda llevar a cabo, además de la labor de concienciación y negociación de los voluntarios y las voluntarias, también es crucial su ojo avizor, encargado de interceptar esas colonias superpobladas y transmitirlo de inmediato a la entidad pertinente para poner en marcha el método CER. Su cometido no acaba ahí, una vez retornados a sus colonias ya esterilizados, hacen el seguimiento de cada gato salvado, dándole, además de alimento y amor, también cobijo en condiciones extremas de frío.

Llegados a esta etapa del proceso, con sus colonias ya localizadas, controladas y cuidadas, los voluntarios y las voluntarias afrontan otro reto: las quejas de algunas personas que les increpan por alimentar a los gatos y muestran su malestar al verles entrar en su jardín. Por eso es tan necesario dar a conocer que, si no fuera por ese desempeño, el número de gatos callejeros se multiplicaría y sus condiciones de salud empeorarían considerablemente. Con esta labor, no sólo se evitan las camadas descontroladas, sino que, los que ya están en las calles, son atendidos, alimentados con pienso de calidad y supervisados por veterinarios cuando se requiera.
Este grupo de voluntarios y voluntarias para los que no hay días festivos, no son ‘los locos o las locas de los gatos’, sino personas entregadas a una causa y un bien común. Se reúnen periódicamente para comprobar que todo esté bajo control y organizar sus tareas, y lo hacen en su tiempo libre. Es un trabajo en equipo que nace del profundo amor a los animales y con la intención de lograr el bienestar general. “Ver a los gatos sanos y alimentados es estar, de alguna manera, en paz con la vida. No quiero ver bebés por las calles perdidos y mal viviendo”, nos compartió Blanca, una de las voluntarias. “Bonito es saber que se les da una vida digna, una esperanza de recibir todos los días una caricia y una comida”, añade M.E., otra colaboradora. Así lo siente Jose, también voluntario, quien resalta la “satisfacción de poderlos alimentar y dar refugio (las veces que se puede), y verlos correr, jugar y sestear”.
Como comparte Marina, una voluntaria de las más veteranas, pasan por una montaña rusa de sentimientos que incluye, por un lado, “la alegría de ver a los gatos sanos y tranquilos, y la pena de cuando desaparecen las colonias o enferman”. Aún así, al final del día, merece la pena. “Todos los que hacemos esto tenemos algo en común, la palabra es el amor. Lo haces ayudando a las personas, y también a los animales”, expresa Nati, otra voluntaria.
Un amor por los gatos, por las personas y, en definitiva, por la vida, con el fin de construir una mejor convivencia. Apoyar a quienes voluntariamente realizan estas labores, es ayudar a los animales y hacer un bien para la comunidad del que todos salimos beneficiados.