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Proyecto Glocal promueve la creación de una asociación cultural en Collado Mediano

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Sobre el PROYECTO GLOCAL: 

Que yo recuerde, el Proyecto apareció en mi cabeza por primera vez cuando yo tenía 23 ó 24 años, y vengo atesorándolo desde entonces: Poner un espacio de encuentro para artistas que tuviera una sala de exposiciones, y que fuera capaz de sostenerse a sí mismo desde el punto de vista económico. Siempre me encandiló la idea, y siempre supe que era una fantasía irrealizable. La vida me llevó por otros derroteros y me convertí en profesor de enseñanza secundaria (asignatura de arte), que es una labor que he ejercido durante 22 años. 

La educación pública padece una situación dramática que merecería un capítulo específico, pero me limitaré a decir que me estaba sintiendo ya muy agotado cuando, desgraciadamente, murieron mi tía y mi madre en un lapso muy corto de tiempo. De pronto recibí una herencia que, en su momento, me pareció muy cuantiosa (ahora veo que el dinero se escapa entre las manos como si fuera agua), y comprendí que si alguna vez iba a intentar mi sueño, aquél era el momento. Pedí una excedencia, me compré un local muy bonito en Collado Mediano y en septiembre de 2024 abrí este tinglado. 

Aprovecho para decir que veo que hay gente que se siente cohibida, y no se anima a llamar al timbre y hacer una visita a la galería. Es cierto que me gustaría vender muchas obras de arte y ganar dinero, pero las galerías están también para echar un vistazo a la exposición, disfrutar de la propuesta y expandir la cultura artística. No hace falta comprar nada, sólo acostumbrarse a pasar un día al mes por la sala para ver la nueva muestra. 

También aproveché que el espacio lo permitía, y puse allí mi taller de pintura y escritura, concediéndome a mí mismo la oportunidad (que también había imaginado inalcanzable) de poner a prueba mis inquietudes creativas. En dos o tres meses espero presentar allí mi primera novela. No os la perdáis. 

La otra preocupación que me acompaña y me motiva desde hace varias décadas es de tipo político. No de una política mezquina y partidista, siempre atenta a meterle el dedo en el ojo al adversario, sino de la preocupación honesta por colaborar con otra gente para minimizar, de alguna manera, los males de la humanidad, tanto a nivel local como a nivel global. De ahí el palabro que le da nombre a este proyecto. 

El momento me parece muy adecuado para intentar poner algo de cordura entre tanta mugre. Digo que es el adecuado porque creo que las cosas están tan mal y tan tensas que debe de haber mucha gente inquieta, con ganas de hacer algo por mejorarlas. Mi interpretación personal de lo que nos está dificultando la convivencia (insisto, a todos los niveles) es una mezcla espantosa de circunstancias realmente malas, con un estado de ánimo cada vez más exaltado y furibundo. 

Los peligros que creo que nos amenazan en estos momentos son: 

La crisis medioambiental: Efecto invernadero, variaciones climáticas extremas, sobre explotación de recursos, generación de basura, pérdida de diversidad ecológica…

● La aparición de la Inteligencia Artificial, que podría resultar siendo algo muy positivo, pero que también, tal como nos advierten sus propios creadores, puede desembocar en una catástrofe inimaginable, o en la pura extinción de la raza humana. Tenemos una herramienta nueva superpoderosa, pero no sabemos lo que se puede hacer con ella. 

La guerra que, gracias a los adelantos tecnológicos, podría alcanzar unas proporciones tan desmesuradas que los 80 millones de muertos en la IIGM nos parezcan una nimiedad. En todo caso el recurso de la violencia para resolver conflictos a cualquier escala (en un patio de colegio, en una calle de Berlín, en un despacho de Wall Street o en un conflicto tribal) parece que gana adeptos a toda velocidad. 

El descrédito creciente de las instituciones. Los tribunales, las leyes, la ONU, la ciencia… Esta pérdida de confianza pone en riesgo a la propia democracia en los países occidentales y, probablemente, en todos los países del mundo que la utilizan como forma de gobierno. 

● Y también da la sensación de que estamos asistiendo a un cambio de paradigma moral, según el cuál el bienestar individual (supuesto bienestar, en realidad) se coloca ahora muy por encima de cualquier preocupación ética. Las actitudes egoístas que antes se procuraba moderar, o que simplemente se camuflaban, ahora se exhiben con orgulloso descaro. 

En cuanto al estado de ánimo en el que nos vemos inmersos como sociedad, creo que no hace más que empeorar los peligros que nos acechan. Si la situación es crítica por las terribles circunstancias que he descrito más arriba —y que hemos provocado nosotros mismos, no lo olvidemos—, un estado emocional tan crispado y beligerante como el que vivimos no hará más que empeorar las cosas. Si nos enfrentamos a dilemas existenciales muy graves, y nuestra forma de afrontarlos es perdiendo los nervios y procurando destruir a cualquiera que vea la situación de una manera diferente, es probable que nos equivoquemos, y que resolvamos muy mal cualquier cuestión colectiva que nos amenace. Desgraciadamente los elementos que podrían contribuir a apaciguar los ánimos y poner templanza en una sociedad en la encrucijada, lo que hacen es echar más leña al fuego, compitiendo por exaltar la rabia y la incomprensión mutua . 

Espero que no haya parecido un despliegue demasiado pesimista pero, en todo caso, sirve para explicar el interés que tengo en promover el encuentro tranquilo y amable entre personas que interpretan los acontecimientos, los riesgos o las injusticias, de una forma diferente a la nuestra. Es simplista (y probablemente falso) despachar el asunto resolviendo que esas personas están equivocadas, que son imbéciles o que sólo les mueven intereses egoístas. En unos momentos en los que los medios de comunicación y los ánimos colectivos ruedan juntos pendiente abajo, alimentándose mutuamente, me ha parecido que convendría sentar en la misma mesa a las personas de buena voluntad, educadas y respetuosas, que quieran intentar entender los argumentos de quiénes ven las cosas de forma diferente. 

El problema para llegar a entendernos, creo yo, es que configuramos nuestra propia identidad sobre la base de ciertos relatos que colean entre la sociedad: Religiones (teológicas o agnósticas), preferencias estéticas, ideologías políticas, normas de comportamiento de los diferentes grupos humanos, prejuicios de todo tipo, discursos interesados que se repiten sin pausa, propaganda comercial… Un batiburrillo de afectos y rencores que se engarzan como en una hélice de ADN, que pensamos que configura aquello que es nuestra misma esencia individual. Por eso tendemos a despreciar a las personas que cambian de opinión o que, en alguna ocasión, no han sido coherentes con un discurso que defendieron antes. Por eso nos aferramos a nuestros respectivos “equipos” manque pierdan. Por eso se hace tan difícil (y tan necesaria) la actitud serena de buscar fórmulas que nos permitan avanzar como comunidad, sin tratar de vencer a los que percibimos como ajenos. 

Le he pasado este texto a una amiga psicóloga, antes de utilizarlo en público, y me sugiere que incluya una referencia al miedo. Me explica que la neurosis social que padecemos puede responder a una angustia desproporcionada por la necesidad de autoprotección. También que la psicosis va un paso más allá en cuanto a su gravedad, y se produce cuando el sujeto (un sujeto colectivo en este caso) lleva su patología hasta el extremo de que se desajusta su percepción de la realidad. Ella recomienda romper ese aislamiento amedrentado, salir de la cueva en la que nos cobijamos y comprobar que las otras personas no son tan diferentes de nosotras mismas. Yo creo que se refiere también a superar el temor a que ese ADN imaginado, esa esencia identitaria en la que nos reconocemos, pueda llegar a parecernos incorrecto y nos veamos forzados a admitir que todos nuestros esfuerzos y anhelos hasta el día de hoy se han canalizado en una dirección equivocada. Me temo que a menudo preferimos caernos por un barranco, arrastrando incluso a toda la gente que nos rodea, antes que admitir que no teníamos razón. El problema es que hay muchas posibilidades de que este barranco sea en realidad un abismo insondable. 

La propuesta que hago desde Proyecto Glocal es que personas que piensen que las cosas se están poniendo feas y que el futuro parece más pesimista aún que el presente, se sienten juntas a una mesa para intentar desentrañar, con sensatez y buenas maneras, los problemas que nos atenazan. Me gustaría poner en marcha una Asociación Cultural que, además de debates puntuales, como el que tuvimos el pasado domingo sobre ecofeminismo, presentaciones, lecturas o visionados, organizase Mesas de Reflexión Colectiva, con asistencia periódica, para identificar problemas específicos más allá de argumentarios partidistas y anécdotas escandalosas, analizar su origen, plantear soluciones, valorarlas y explicarlas. La actitud de las personas participantes debería ser, obligatoriamente, de respeto y de escucha activa para tratar de entender los puntos de vista de los demás, y no la de intentar convencer a nadie o tratar de imponerse. Una editorial se ocuparía de publicar anualmente el resultado de esas deliberaciones. 

Sólo quiero acabar diciendo que me he encontrado con bastantes personas que me alaban la intención, que muestran interés por participar, pero que sienten que no están preparadas para una tarea de esta envergadura. Quiero aclarar que no hace falta una cualificación académica; no hace falta ser una eminencia en nada. Hace falta la gente común y corriente que piense que 

esta crispación social, esta manera de vivir unas de espaldas a otras, es fatídica y que tenemos que ponerle remedio.

Si te has sentido apelada o apelado de alguna manera por este texto, si se ha despertado, al menos, tu curiosidad, puedes ponerte en contacto con Proyecto Glocal en: proyectoglocal@gmail.com o llamando al 620 59 14 71. También puedes consultar en la web proyectoglocal.com Juan Iribas